Cuáles son las 3 MEJORES escenas de Don Ramón en El Chavo del 8

El 9 de agosto de 1988, Ramón Valdés, el querido actor mexicano que dio vida a Don Ramón en la recordada serie infantil El Chavo del 8, pasó a la inmortalidad. Preferimos usar esta expresión, porque personas como Monchito nunca mueren, sino que abandonan la vida terrenal para convertirse en leyendas eternas.

Miembro de una familia de artistas -era hermano de Germán “Tin Tan” Valdés y de Manuel “El Loco” Valdés (este último, padre del cantante Cristian Castro)-, Ramón inició su carrera en el cine. Y hasta llegó a protagonizar algunas obras de la considerada Época de Oro del cine mexicano.

Sin embargo, fue en la comedia donde su fama explotó. Y, más precisamente, junto a Roberto Gómez Bolaños (Chespirito) y en la Vecindad del Chavo. El querido y poco afortunado Don Ramón fue el personaje con el que se ganó el cariño de todos, y fue con este personaje que siempre ligaba una bofetada de Doña Florinda o un golpe del Chavo con el que pasó a la historia.

3 escenas inolvidables de Don Ramón

Elegir las mejores escenas protagonizadas por Ramón Valdés en su papel de Don Ramón y como parte de los episodios de El Chavo no es una tarea fácil. Por el simple hecho de que, si intentamos elegir algunas de las mejores, ello implicará dejar afuera otras.

No obstante, para recordar al querido Monchito a 33 años de su paso a la inmortalidad, elegimos 3 escenas memorables que protagonizó Don Ramón en La Vecindad.

• Pase, murió, pastel

Entre tantos sentimientos que experimentaba Don Ramón por las vecinas, había tres bien marcados. Una mezcla de bronca, fastidio y temor por Doña Florinda (Florinda Meza), una necesidad de mantenerse alejado de Doña Clotilde (Angelines Fernández) y quien estaba enamorada de él, y un perdido enamoramiento hacia la nueva vecina, Gloria (Maribel Fernández).

Por esto mismo es que en uno de esos episodios que siempre recordaremos, el propio Don Ramón les pide a La Chilindrina y al Chavo que cambien su respuesta según quien pregunta por él. Si es La Bruja del 71, la respuesta que deben darle es que murió. Si quien va a buscarlo es Doña Florina, la indicación es darle un pastelazo en el rostro. Y si va la nueva vecina, invitarla a pasar.

Por supuesto que los dos niños confunden las respuestas con sus destinatarias originales y todo termina de la peor manera para Don Ramón.

• El profesor Don Ramón

Aunque el maestro de los niños de La Vecindad era el imponente Profesor Jirafales (Rubén Aguirre), hubo un episodio en el que “el Maestro Longaniza” debió abandonar el aula por unos minutos para arreglar un asunto pendiente con Doña Florinda.

Sin razón aparente, y en medio del apuro, el profesor le pide a Don Ramón -quien estaba en el aula- que se haga cargo de la clase e intente mantener disciplinados a los alumnos. Y tras un arranque un tanto autoritario, el papá de La Chilindrina cautiva a los niños con ejemplificaciones actuadas y bastante histriónicas sobre lo que es el peligro.

• Jardinero, zapatero y pintor con pocas pulgas

Si había algo de lo que no era muy fanático Don Ramón, eso era el trabajo. No obstante, varias veces no le quedó otro remedio que buscar algún oficio para intentar reducir la deuda de renta atrasada para con el Señor Barriga (Edgar Vivar).

Enumerar todos los trabajos que tuvo Don Ramón sería un tanto engorroso, por lo que nos vamos a detener en tres de ellos. Tres trabajos que hizo en el patio de La Vecindad y que, por desgracia para él y fortuna para los espectadores, contaron con la intervención de los niños para arruinarlo todo. O mejorarlo.

Uno de ellos fue el de jardinero y su principal función pasó a ser la de mantener en forma las pocas plantas de la vecindad. Sin embargo, la punta de las tijeras, el agua de la regadera y la ambigüedad de la expresión “regar los piecitos” se convirtieron en los condimentos de descabelladas escenas.

Como pintor, Don Ramón se propuso pintar algunas paredes de los departamentos a cambio de una condonación parcial de la deuda. Pero, una vez más los niños -quiénes si no- confundieron la pintura con leche y la bebieron en cantidades, rellenando vasos y más vasos.

Como carpintero tampoco tuvo una experiencia muy destacable. Porque lo que más martilló Don Ramón fueron sus dedos, y porque la cola de pegar terminó siendo una trampa en la que los niños quedaron atrapados.