Mascotas
¡Fin del misterio! por este motivo los gatos odian las puertas cerradas
Los gatos son criaturas enigmáticas y a menudo sus comportamientos nos resultan intrigantes.Los gatos son, después de los perros, las mascotas más adoptadas y con mayor presencias en el ámbito doméstico. Por eso es clave tener toda la información sobre ellos para poder saber llevarlos y cuidar su salud de la mejor manera. Pero al mismo tiempo son animales totalmente extraños con sus conductas y es difícil encontrarle significado a lo que hacen. Por ejemplo, al motivo porque nunca quieren ver una puerta cerrada.
Los gatos son criaturas enigmáticas y a menudo sus comportamientos nos resultan intrigantes. Cualquier que haya tenido a un en su casa puede dar fe de ello. Una de las obsesiones más comunes entre nuestros felinos amigos es que odian a las puertas cerradas. ¿Por qué esta simple barrera genera tanta frustración en ellos? La respuesta es mucho más simple de lo que te hayas imaginado.
El motivo del odio de los gatos a las puertas cerradas
Hay que destacar en ese sentido que los gatos son exploradores innatos. Su instinto les impulsa a investigar cada rincón de su entorno, siempre en busca de nuevas sensaciones y experiencias. Una puerta cerrada representa un enigma, una invitación a descubrir qué se esconde al otro lado. Esta curiosidad insatisfecha genera en ellos una sensación de frustración que los lleva a maullar insistentemente o a intentar abrir la puerta con sus patitas.
Pero además de este punto sobre la curiosidad, los gatos son animales altamente territoriales. Consideran su hogar como su reino y sienten la necesidad de controlar cada espacio. Una puerta cerrada les impide patrullar su territorio y marcarlo con su olor, lo que genera una sensación de inseguridad. Esta necesidad de control se manifiesta en su insistencia por abrir puertas y en su reacción a cualquier cambio en su entorno.
Aunque parezcan inocente, para los gatos las puertas cerradas son una triple amenaza: falta de elección, falta de control y cambios. Al no poder acceder a ciertos espacios, se sienten privados de su libertad de movimiento. Además, la imposibilidad de controlar lo que ocurre al otro lado de la puerta les genera estrés y ansiedad. Por último, los cambios en su rutina, como cerrar una puerta que antes estaba abierta, pueden desestabilizarlos y provocar comportamientos indeseados.